lunes, 31 de octubre de 2016

TEMPORALIDAD



Por Francisco Torres Deschamps


Lo que jamás se fue, jamás se irá…

Hacia mucho que no me sentaba con mi familia a platicar, era año nuevo y sinceramente lo único que hacíamos en este día era descansar  y comentar sobre la fiesta y los recuerdo que teníamos del año anterior. No había límites, podía ser el 31 de diciembre o incluso algún 28 de febrero. Trataré de contar esta historia sin pausas ni repeticiones, es difícil teniendo en cuenta que uno está repleto de situaciones y actividades que no puedes dejar de hacer. Después de la gran pausa ocasionada por una junta de trabajo y una necesidad culinaria, podremos empezar y con suerte sin interrupciones. Me encantaba esta época, en donde difícilmente había situaciones malas, todo era felicidad y cosas nuevas, de las cuales uno está emocionado y entusiasmado por que lleguen. En fin, en mi familia parece ser que nadie sabe hablar con un tono normal de voz, siempre parece como si nos estuviéramos peleando, como si estuviéramos de fiesta, o como si estuviéramos de un extremo a otro extremo de la casa. Pocas veces nos quedamos callados y serenos, todo es una gran energía a la hora de nuestra familia; cuando de repente, mi abuelo, después de que bajara de su cuarto y pareciera que fuera a ir a un evento muy formal (debido a que siempre estaba vestido de manera muy elegante),  con un gran chiflido calló a todo el concierto y recitó unas palabras: “Quisiera contarles una historia la cual pocos saben y pocos han escuchado. Sin embargo, nadie sabe cuál es su verdadera naturaleza”.  

Todos nos quedamos con una cara de duda y misterio. Mi tía María fue la mas sorprendida, todos sabíamos que siempre fue la más miedosa en temas familiares. Ella lo interrumpió y le preguntó que si era acerca de alguna enfermedad, o que si era sobre  algún peligro que corría la familia al momento de su muerte. Mi abuelo con una cara de molestia le dijo que no y la tranquilizó. Entonces con un ambiente de miedo, y de cierta manera tenso, mi abuelo empezó a exponer. “Era un adolescente cuando yo encontré el amor, sinceramente su abuela no me dio el amor.  Fue una muchacha llamada Elizabeth, una mujer extraordinaria, cabello corto, estatura promedio, una pequeña ola se asomaba de acuerdo a la composición de su cuerpo dentro de sus caderas”.  Era una mujer sexy y sensual de acuerdo a la forma en la que la describía mi abuelo. Todos nos quedamos maravillados por la forma en la que se refería a ella, incluso mi abuela sintió celos y cambio su postura a una postura mucho más cerrada hacia mi abuelo, y éste de manera educada terminó de hablar de Elizabeth y concluyó con lo demás.

“Quisiera, a veces, poder recorrer el tiempo y el espacio, es una paradoja inimaginable y limitada, llegando a un punto que nos hace encontrarnos con la locura y el suicidio. Fue así como a la hora exacta, 8:39 p.m., quise acabar mi vida a consecuencia de las drogas, tanto materiales como sentimentales”.

 Empezó a llorar y todos nos quedamos atontados, mi abuelo jamás había llorado. “Ella había tenido dificultades las cuales la habían llevado por el mismo camino y yo quise tomar la misma carretera y seguir manejando junto a ella pero afortunadamente o desafortunadamente los doctores lograron salvarme de la delicada sobredosis, que de alguna forma, he llegado a extrañar. No se preocupen, tengo la adicción más grande del mundo, tu María, o sea mi abuela”. 

Pero tenía unas grandes dudas, ¿como era que mi abuelo estaba aceptando su pasada adicción y su problemática suicida hasta ahora?, ¿que nos quería decir?, todos teníamos miedo.

“Tuve un hermoso segundo encuentro, fue ahora a lado de Andrea, una niña independiente, fuerte, ágil, una chica sin preocupaciones, lista, inteligente, un cuerpo chico pero elegante”.  En este momento, mi abuela se veía más tranquila por lo que mi abuelo siguió con la plática y no cambió de tema como la vez pasada. Es impresionante como la vida nos va llevando hacia momentos que nos definen, momentos claves los cuales nos forman y nos llevan al techo de la casa de la vida, y estando en el límite, podemos apreciar esas explosiones que de momento llegan a ser grandes y en otros momentos apenas se llegan a apreciar pero siguen estando ahí…

Fue así como llegué al filo del cuchillo, tomándonos la mano, Andrea y yo nos quedamos contemplando la ciudad desde la ventana que por ahora tomaba forma de cama, queríamos dormir y jamás despertar.

No lo hicimos por miedo a tener diferentes sueños, rompí con ella y no la volví a ver. Pero ahora te tengo a ti Carmen, mi amor de la vida, toda una vida llevamos viajando dentro de este vacío, llegaran más y se irán menos, por ahora está será la tercera y última llamada.


Fue así como mi abuelo se desplomó ante nosotros y su sangre viajó disparada a la mitad de nuestra memoria y recordada por siempre.

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