miércoles, 12 de octubre de 2016

Catalina


Catalina
Por Diego Velásquez 



Nada volvió a ser lo mismo a partir de esa noche para Pedrum, había vivido tanto tiempo por su cuenta que le resultaba imposible imaginarse con alguien más.  Llevaba tanto tiempo solo con sus pensamientos, cosa que lo hacía sentir bien. Pero algo en su antier había desgastado su cabeza al pensar en ella solamente.
Quería hablarle al oído, quería tenerla cerca, quería ser su hombre.
Le torturaba saber que antier la vio y al sentirse poco acostumbrado a ese sentimiento, se quedó inútil ante la circunstancia que se le presentó.
-¿Por qué de pronto todo en lo que creí se derrumbó solo por verla?- se preguntó.
-Llevé a la ligera mi vida porque me sentía a gusto – se dijo-. No necesitaba a nadie más que a mí para ser feliz; y aunque sé que no hay nadie que me haga feliz más que yo, no sé porqué ignoro la idea por usurparme con ella. Me siento vulnerable y me siento un cobarde, la quiero cerca de mí…la tendré conmigo.

Dos días atrás Pedrum salió a caminar al centro de noche, tenía música aleatoria en la cabeza y la quería unificar. Llegó a su bar de siempre, pidió una cerveza y un mezcal y empezó a escribir. Era un chelista excepcional, y su característica de espiritual le hacía un hombre con los pies en la tierra, pasivo. Pero si había algo que le daba conflictos, era la propia presión de ser un gran chelista, pues la gente quería más de él.
Es chistoso como cuando más careces de algo es cuando más lo notas; y esa noche, frustrado al no poder concluir exitosamente sus ideas, Pedrum se sintió rotundamente solo.
Pidió otra cerveza y viró la silla, se dedicó a observar a la gente (cosa que hacía para observar a la gente y atraer inspiración). Y vio un lugar obscuro. Sus ojos estaban distorsionados por como se sentía; pero en un segundo apareció ella, caminando con una sonrisa que imponía autoridad y paz al mismo tiempo, era bella, pero para Pedrum era más que eso, la veía como a una supernova convertida en musa.
Se le acercó sigilosamente sin que ella viera y se dedicó a escucharla, espalda con espalda lo único que él hacía era conocerla por su timbre, por su lenguaje, por su esencia. 
Al paso del tiempo eventualmente la mujer se iría y Pedrum desesperado intento tener contacto de manera instintiva y se paró, simuló salir del otro lado y la buscó  desesperado de tenerla cerca. Se miraron fijamente a los ojos, y ella se disculpó con una sonrisa tan empática que fue para Pedrum un momento de resurrección. Aquel segundo que cambió todo en el.
Ella partió y él tomo sus cosas y fue a casa. Se dedicó a escribir toda la noche página tras página, con una aceleración rítmica que jamás había descubierto en el, no era lo común, era algo nuevo para el mundo, su mundo.
No salió de casa, solo componía y cuando no hacía eso, se preguntaba sobre esa misteriosa mujer, hasta que pasaron dos días en los que no aguantó más y decidió salir a buscarla. Caminaba y se sentía solo, en verdad se había generado un cambio gigante en el y se sentía incompleto al no saber nada de la persona que lo hizo.  Llegó al bar de siempre y se acercó a su camarero de siempre.
-Juanjo, necesito que me ayudes, necesito que me digas quién era la mujer del otro día. Dime que sabes quién es…
-No sé de quién hablas. Necesito que me ayudes a recordar – respondió Juanjo.
-Hace dos días, en la noche, una mujer alta, con sonrisa imponente, pelo castaño y ojo canela…los más bellos, trigueña.
-Por lo que dices, parece que te refieres a Catalina –dijo burlesco-
Es la nueva empleada del Fizbo Club, pero Pedr…
-El que está en la paralela de esta calle?
-Si, el fin de semana va a estar ahí, pero Pedrum tien..
-Juanjo, te agradezco pero tengo que irme, nos vemos luego.

Aun no la conocía y no se sentía solo caminando, sabía que iba a ser suya, y  después de tanto haber pensado ya estaba convencido de que esta vez no se paralizaría.
Regresó a casa y durmió profundamente, al fin consiguió descansar.
Al día siguiente despertó y motivado por su próximo concierto, se dedico a ensayar el nuevo material que tenía sobre a por Catalina.
-La conoceré –pensó- y la invitaré a mi concierto, así podrá escuchar por primera vez todo lo que hice por ella, para ella.
Y así fue, compuso y practicó toda la semana esperando al viernes para irla a ver.
Llegó el viernes y desde la mañana salió a caminar, prácticamente todo el día a pensar en todo lo que había pasado por su vida en tan poco tiempo. En como drásticamente cambiaron sus planes, y aunque seguía siendo el mismo hombre consciente y racional, había crecido en él un peso en su lado emotivo, y se preguntaba como se sentía con eso.
Regresó a casa y practicó una vez más al chelo, se preparó y salió.
Llego al Fizbo Club, se sentó, pidió un daiquiri y viró la silla, a observar y buscar;
Y entonces, la vio, pegó su espalda al respaldo pues estaba ella, para quién había vivido la última semana de su vida. Sus ojos no dejaban de seguirla hasta que sintió que lo había visto, y repentinamente giró su silla de nuevo a la barra, tembloroso y esperando que sólo fuera su imaginación. Todo volvía a ser difícil para él y se sintió vulnerable de nuevo.

-Hola –dijo ella tocando el hombro izquierdo de Pedrum.
-Hola, ¿cómo estás?
-Bien. Vi que me estabas viendo y te recordé del bar de la semana pasada.
-Si, te veía por que creí haberte reconocido de ahí –dijo Pedrum con una risa nerviosa.
-Catalina, mucho gusto – dijo sonriente
-Pedrum, mucho gusto- dijo sonriente y más tranquilo.
-¿Pedrum Correia, verdad? ¡¡¡El chelista!!!
-Si –dijo un poco sonrojado- ¿cómo sabes?
-Bueno, pues tienes una cara familiar y aquel día que te vi, cuando llegue a casa busqué y ¡claro! Eras tú. Escuche tu música y me gustó.

Pedrum la veía y le transmitía calma, de estar muy nervioso, de pronto se sintió en el lugar más seguro del planeta, le invitó un trago, aunque ella le contestó que no podía por que estaba trabajando, pero feliz le dijo que si la esperaba, podría acompañarla a casa de vuelta… Pedrum sin dudar accedió y viró su silla hacia la barra, pidió otro daiquiri.
Después de un buen rato y algunas cortas conversaciones, ella salió y caminaron hacia su casa, el momento para los dos era único e inevitablemente se sintieron atraídos mutuamente, estaban tan felices, y cuando llegaron a la puerta del departamento de Catalina, Pedrum sin esfuerzo se armó de valor.
-Catalina – dijo con seguridad- tengo un concierto mañana a las nueve, y quiero que vayas.
-Pedrum, me encanta la idea, pero sabes que trabajo, si fuera otro día con mucho gusto…
Claramente desanimado asintió la cabeza, le besó la mejilla y se despidió sonriendo con dolor disimulado en el pecho.
-¡¡Pedrum!! Toma el boleto, ¡¡lo puede usar alguien más!!
-Quédatelo Catalina, no me interesa que vaya nadie más.
Se dio vuelta y partió para su casa con sentimientos encontrados; pues,  si bien había conseguido conocer a su musa, él en verdad esperaba que fuera la primera en escuchar lo que había hecho para ella. Al final su felicidad fue un poco más grande que su decepción.
Al día siguiente se levantó con una media sonrisa, pero con actitud de romperla en su concierto, no era una presentación normal ese día, y el lo sabía, tenía que superar su decepción para que sucediera la devoción de su emoción.
Pero conforme avanzaba el día, le irritaba la idea de no tener a Catalina presente, cosa que lo distraía de lo importante. Pedrum la quería llamar, pero él jamás había tenido un celular, no le gustaba, y solo lo impacientaba más no saber nada de ella.
Llegó el momento y a Pedrum impacientado, intentaba concentrarse; el gran chelista estaba desconcertado por primera vez en su vida, y al pensarlo, se calmó de alguna manera al no ignorar la fortaleza de su capacidad en el escenario, lo iba a hacer, y lo iba a hacer bien.
Se abrió el telón, Pedrum dando la espalda, viró su asiento hacia el público y la vio, estaba sentada en tercera fila, sonriendo sin contener la emoción, cosa que hizo que Pedrum hiciera lo mismo, y en su mente todo se tornó claro, paz mental.

Tocó y todo aquel que estaba en el concierto, no podía dejar de seguir sus manos, no podía dejar de escuchar atentamente cada nota, cada cambio.
Pedrum se metía demasiado en su chelo, pero al voltear al público, no veía a nadie más que a Catalina, la veía directo a los ojos como si nunca más lo volviera a hacer, y ella simplemente sonreía , le sonreía a el y nada más a él, era de él.

Terminó el concierto y esperó a que se fuera algo de gente, bajó a donde estaba ella y le dijo:
-Pensé que no ibas a venir, me alegró demasiado verte.
-Sentí que era importante para ti, y vaya que lo fue. Lo has hecho impresionante. Me gusta demasiado lo que has hecho.
-Gracias -contestó con risa tímida- Todo esto, aunque no creas, fue en gran parte inspirado en ti Catalina.
Sorprendida lo abrazó. - Vamos a celebrar- le dijo y Pedrum feliz acepto y fueron al bar de siempre.

Se sentaron y platicaron un par de horas, había algo especial en aquella mesa, ambos estaban perdidos en el otro, y los dos desconocían ese sentir, pero les gustaba.
Terminaba la noche y ella le invitó a acompañarla a casa, Pedrum sabía lo que quería, y era el día indicado por que lo sentían muy especial.
-Pedrum –dijo Catalina- tengo que ir al baño y nos vamos ¿está bien?
-Bien, avísame cuando estés lista para irnos.

Pedrum se acercó a la barra a pagar, se sentó y habló con Juanjo.
-Juanjo, ¿cómo va la noche?
-Muy bien Pedrum, ¿y la tuya? –dijo con un tono algo misterioso.
-Excelente, ¡encontré a la chica! –dijo Pedrum emocionado
Si, ya vi- contesto Juanjo con un gesto frío y nervioso
-¿Qué pasa? – contestó- ¿Por qué esa cara?
Hubo un silencio con sabor a encrucijada y después de unos segundos contestó Juanjo.
-Mira Pedrum, si fuera yo, me gustaría que me lo dijeran, y por más difícil que sea esto, creo que debes saberlo.
Pedrum no contestó nada, lo vio serio listo para escuchar.
-Catalina llegó hace poco, pero la conozco indirectamente desde hace algún tiempo, ella…ella vivía aquí pero no como la conoces; no solía llamarse Catalina y no solía ser mujer… no se si me explico.
Pedrum no contestó y pensativo se quedó viendo la barra.
-¡¡¡Pedrum!!! –exclamó Catalina desde la puerta.
Pedrum viró su silla y la vio directo a los ojos, sonrió ligeramente y la siguió.



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