miércoles, 16 de noviembre de 2016

"Recuerdos o sueños, de antes o de ahora" de Gerardo Campero





Por Gerardo Campero 

Volvía a mirar el reloj, habían pasado pocos minutos, todo seguía oscuro y el sentimiento de incomodidad persistía. Una vez más, cerraba los ojos para tener el mismo sueño corto y repetitivo que había tenido las últimas tres horas, pasaban dos minutos y abría los ojos, volvía a mirar el reloj y los volvía a cerrar. Harto ya, decidió levantarse, caminó hacia el baño, cerró la puerta, se detuvo frente al excusado y se dio cuenta que en realidad no tenía ganas, que probablemente iba más allá de una cuestión física. Dio media vuelta, abrió la puerta del baño, apagó la luz y se volvió a la cama, a repetir la desesperante rutina que venía haciendo desde hace ya más de tres horas.

Tuvo un momento de lucidez, cerró los ojos y sin darse cuenta ya no estaba ahí, había logrado romper la rutina. Entró por la puerta del hotel, llegó a la recepción y pidió la llave para su cuarto, sin mayores cuestionamientos le fue entregada. La tomó, caminó hacia el elevador, un elevador que parecía no tenía fin, que llegaba hasta el cielo y de regreso, y con la fobia que le tenía a los elevadores parecía una tarea complicada. No le importó y subió al elevador, picó un botón al azar aunque él sentía que sabía a dónde iba. Llegó a un pasillo con alfombrado rojo, completamente vacío, caminó varias puertas hasta a llegar a la marcada con el número 724, entró y dejó su chamarra sobre una silla, luego se recostó sobre la cama, miró el reloj, cerró los ojos, tuvo un sueño corto y en cierto grado molesto, abrió los ojos, miró el reloj y tan sólo habían pasado dos minutos.

No tenía una explicación para lo que estaba pasando, él era un tipo que siempre se había distinguido por dormir donde fuera, cuando fuera y sin ninguna complicación. No sabía si era algo que le preocupada profundamente, o algo por lo que estaba nervioso, o algún tipo de remordimiento de conciencia. Harto de lo mismo, se levantó de su cama, volvió por el pasillo por el que había llegado, bajó a la recepción, devolvió la llave con mala gana y salió por la puerta del hotel. Estaba otra vez en donde había empezado.

Era de esas noches en que un añora con todo su ser que por fin llegue el día, pero que pareciera que justamente esa noche la luna se quiere burlar de aquel que se le ocurra si quiera pensarlo. Harto ya, rendido, decidió de dejar intentar lo mismo una y otra vez, se recostó boca arriba y se puso a recordar. Recordó cuando era un niño, no en sentido literal, pero sí en muchos otros aspectos. Un niño que se subía a un escenario después de varias copas y que tenía al público, principalmente femenino, sobre él. Que sentía orgullo pero también soberbia al oír a los demás cantar sus canciones, que se sentía tocado por la mano de Dios. Recordaba como después de eso salía de fiesta en la ciudad en turno, luego llegaba al hotel no al cien por ciento consciente, pedía una llave en la recepción (lo cual era curioso porque más temprano ese día ya le habían dado una y seguramente la había perdido, pero no le importaba ni siquiera buscar) subía al elevador que odiaba tanto, caminaba por el pasillo y llegaba a su cuarto. Habiendo entrado sentía un choque entre la emoción y la satisfacción de día que acababa de tener, y de la completa soledad de llegar sin nadie que le acompañara a su cuarto, habiendo estado tan aparentemente acompañado a lo largo del día. No le importaba, se dejaba caer sobre la cama y a los pocos minutos perdía la consciencia y caía en un sueño profundo. Al día siguiente usualmente tocaba desayunar y tomar una camioneta que lo llevara a otra ciudad, o a un aeropuerto para llegar a otra ciudad, y así repetir la tan satisfactoria rutina, de volver a ejercer su poder sobre los demás.

Parecía que eso hubiera pasado hace muy poco tiempo, y así era, había pasado hace demasiado poco tiempo, y lo vivió con tanta lucidez que cuando lo recordaba parecía volver a vivirlo. También tenía un ligero sentimiento de que eso nunca había pasado, y tal vez era cierto, eso probablemente nunca había pasado.


Abrió los ojos, volteó a ver el reloj y se dio cuenta una vez más que tan sólo habían pasado dos minutos. Se preguntó sobre donde se rompe la frontera entre un recuerdo y un sueño, qué tan delgada es la línea que los separa. Se dispuso a cerrar los ojos una vez más, dispuesto, o tal vez rendido, a entrar otra vez en esta tan molesta rutina, con la esperanza de que el sol llegara alguna vez, aunque fuera en un sueño.

El taller de teatro Anáhuac presentó "La cena de los idiotas"





Alumnos del taller de teatro tras su función "La Cena de los Idiotas" junto con Carlos Diego,
 director de la obra y titular del taller. 

Por Hugo D. Barrera

Querétaro, Qro.  El pasado lunes, alumnos del Taller de Teatro de la Universidad Anáhuac Querétaro presentaron como su examen final “La Cena de los Idiotas” en el Auditorio Nuri y Chucho Rubin de la Universidad.
La obra, una comedia centrada en París en los años 80s, relata una serie de sucesos trágicos vividos por Pierre Brochant, importante editor parisiense, a manos de Francois Pignon, “un idiota de categoría mundial”, convirtiéndose en un gigantesco enredo que termina involucrando a media ciudad.
Dirigida por Carlos Diego, reconocido actor y además el titular del taller, la obra comenzó a las 7 de la tarde con una duración de casi dos horas que se pasaron entre risas, momentos de tensión y sobre todo entre excelentes interpretaciones. Se preveía una única función para la obra pero esa misma noche se confirmó una segunda función, aún sin lugar y fecha definidos.

El taller de teatro, conformado por alumnos de diversos semestres y de variadas carreras (entre ellas Comunicación, Relaciones Internacionales, Negocios, Dirección de Empresas de Entretenimiento, Gastronomía, etc.), invita a toda la Comunidad Anáhuac a asistir a su siguiente función que será confirmada mediante las redes sociales de la Universidad en los próximos días.

lunes, 31 de octubre de 2016

TEMPORALIDAD



Por Francisco Torres Deschamps


Lo que jamás se fue, jamás se irá…

Hacia mucho que no me sentaba con mi familia a platicar, era año nuevo y sinceramente lo único que hacíamos en este día era descansar  y comentar sobre la fiesta y los recuerdo que teníamos del año anterior. No había límites, podía ser el 31 de diciembre o incluso algún 28 de febrero. Trataré de contar esta historia sin pausas ni repeticiones, es difícil teniendo en cuenta que uno está repleto de situaciones y actividades que no puedes dejar de hacer. Después de la gran pausa ocasionada por una junta de trabajo y una necesidad culinaria, podremos empezar y con suerte sin interrupciones. Me encantaba esta época, en donde difícilmente había situaciones malas, todo era felicidad y cosas nuevas, de las cuales uno está emocionado y entusiasmado por que lleguen. En fin, en mi familia parece ser que nadie sabe hablar con un tono normal de voz, siempre parece como si nos estuviéramos peleando, como si estuviéramos de fiesta, o como si estuviéramos de un extremo a otro extremo de la casa. Pocas veces nos quedamos callados y serenos, todo es una gran energía a la hora de nuestra familia; cuando de repente, mi abuelo, después de que bajara de su cuarto y pareciera que fuera a ir a un evento muy formal (debido a que siempre estaba vestido de manera muy elegante),  con un gran chiflido calló a todo el concierto y recitó unas palabras: “Quisiera contarles una historia la cual pocos saben y pocos han escuchado. Sin embargo, nadie sabe cuál es su verdadera naturaleza”.  

Todos nos quedamos con una cara de duda y misterio. Mi tía María fue la mas sorprendida, todos sabíamos que siempre fue la más miedosa en temas familiares. Ella lo interrumpió y le preguntó que si era acerca de alguna enfermedad, o que si era sobre  algún peligro que corría la familia al momento de su muerte. Mi abuelo con una cara de molestia le dijo que no y la tranquilizó. Entonces con un ambiente de miedo, y de cierta manera tenso, mi abuelo empezó a exponer. “Era un adolescente cuando yo encontré el amor, sinceramente su abuela no me dio el amor.  Fue una muchacha llamada Elizabeth, una mujer extraordinaria, cabello corto, estatura promedio, una pequeña ola se asomaba de acuerdo a la composición de su cuerpo dentro de sus caderas”.  Era una mujer sexy y sensual de acuerdo a la forma en la que la describía mi abuelo. Todos nos quedamos maravillados por la forma en la que se refería a ella, incluso mi abuela sintió celos y cambio su postura a una postura mucho más cerrada hacia mi abuelo, y éste de manera educada terminó de hablar de Elizabeth y concluyó con lo demás.

“Quisiera, a veces, poder recorrer el tiempo y el espacio, es una paradoja inimaginable y limitada, llegando a un punto que nos hace encontrarnos con la locura y el suicidio. Fue así como a la hora exacta, 8:39 p.m., quise acabar mi vida a consecuencia de las drogas, tanto materiales como sentimentales”.

 Empezó a llorar y todos nos quedamos atontados, mi abuelo jamás había llorado. “Ella había tenido dificultades las cuales la habían llevado por el mismo camino y yo quise tomar la misma carretera y seguir manejando junto a ella pero afortunadamente o desafortunadamente los doctores lograron salvarme de la delicada sobredosis, que de alguna forma, he llegado a extrañar. No se preocupen, tengo la adicción más grande del mundo, tu María, o sea mi abuela”. 

Pero tenía unas grandes dudas, ¿como era que mi abuelo estaba aceptando su pasada adicción y su problemática suicida hasta ahora?, ¿que nos quería decir?, todos teníamos miedo.

“Tuve un hermoso segundo encuentro, fue ahora a lado de Andrea, una niña independiente, fuerte, ágil, una chica sin preocupaciones, lista, inteligente, un cuerpo chico pero elegante”.  En este momento, mi abuela se veía más tranquila por lo que mi abuelo siguió con la plática y no cambió de tema como la vez pasada. Es impresionante como la vida nos va llevando hacia momentos que nos definen, momentos claves los cuales nos forman y nos llevan al techo de la casa de la vida, y estando en el límite, podemos apreciar esas explosiones que de momento llegan a ser grandes y en otros momentos apenas se llegan a apreciar pero siguen estando ahí…

Fue así como llegué al filo del cuchillo, tomándonos la mano, Andrea y yo nos quedamos contemplando la ciudad desde la ventana que por ahora tomaba forma de cama, queríamos dormir y jamás despertar.

No lo hicimos por miedo a tener diferentes sueños, rompí con ella y no la volví a ver. Pero ahora te tengo a ti Carmen, mi amor de la vida, toda una vida llevamos viajando dentro de este vacío, llegaran más y se irán menos, por ahora está será la tercera y última llamada.


Fue así como mi abuelo se desplomó ante nosotros y su sangre viajó disparada a la mitad de nuestra memoria y recordada por siempre.

jueves, 27 de octubre de 2016

Directora del SECCE imparte clase para alumnos de la Universidad




Por Hugo D. Barrera


Querétaro, Qro.  Claudia Ivonne Hernández, directora del Sistema Estatal de Comunicación Cultural y Educativo (SECCE) Radio y Televisión Querétaro y también locutora del mismo, impartió una clase para la materia de Laboratorio de Lenguajes Periodísticos y Medios Digitales.
Durante la clase, la Lic. Claudia Ivonne habló sobre su carrera como reportera, periodista y locutora y sobre sus logros y retos a los que se ha enfrentado a lo largo de su trayectoria durante más de dos décadas. Mencionó que se requería de “mucha paciencia y mucho valor para dedicarse al periodismo, pues siempre habrá oposición e intentos de censura al material que uno intente publicar” aludiendo a las esferas de poder que se centran en dicho medio.
Los alumnos le hicieron preguntas acerca de su trabajo y su carrera y, al concluir la clase, agradecieron a la Licenciada por el tiempo que se había tomado en contarles acerca de sus proyectos y al profesor David Arciga, reconocido periodista y titular de la materia. Pero eso no sería un adiós definitivo, pues los alumnos la alcanzarían unas horas más adelante en la estación de radio de RTQ (Radio y Televisión Querétaro) donde observarían su trabajo y conocerían el funcionamiento de una cabina de radio en vivo.

Claudia Ivonne explicó cómo era trabajar en una cabina de radio y la enorme responsabilidad de un locutor de informar, informarse y mantenerse al tiempo establecido en el programa de manera simultánea después de que los alumnos vieran su trabajo en vivo transmitiendo desde la estación 100.3 FM.

Claudia Ivonne junto al Secretario de Movilidad de Querétaro en una entrevista acerca de la implementación de los parquímetros en el Centro Histórico de la Ciudad.

Finalmente Claudia Ivonne Hernández se despidió de los alumnos, no sin antes enviarles saludos por la radio y recordarles una cita de Ryszard Kapuscinski (aludiendo a la empatía y el sentido humano que un periodista siempre debe tener): Creo que para ejercer el periodismo, ante todo, hay que ser un buen hombre, o una buena mujer: buenos seres humanos. Las malas personas no pueden ser buenos periodistas.